Flamenco en el Backstage es adictivo, revolucionario y único.

¿Cómo serían los inicios del flamenco? Es una pregunta que ronda mi cabeza, ¿Cómo surge ese primer quejío que desgarró el corazón de esos gitanos que consolaron sus penas y alegrías bajo el manto melódico de este primitivo arte que está bien hermanado con las diferentes culturas que convivían en España? 

Estoy seguro, como gitano que soy, que para muchos gitanos, el flamenco ha sido y es, como el agua en el desierto, un alivio esencial que nutría sus almas, bálsamo que aliviaba las penurias de su existencia en España, transformando el dolor en arte, la tristeza en cante, y la adversidad en danza.»

No es un show de flamenco, no es un teatro, es flamenco antiguo, pero también contemporáneo, es una atmósfera, es un vínculo con la esencia del flamenco, la improvisación marca el camino, una experiencia que solo se lleva a cabo únicamente dos veces al mes y cada única de ellas irrepetible y única, exclusiva en la ciudad de Madrid. Es diferente a todo porque el público se convierte en una familia en esta creación espontánea, ya que todos estamos conectados, no lo digo yo, lo dice la física cuántica. 

Es un momento para desconectar de las redes sociales, del smarphone, de limpiar tu mente de preocupaciones, para que tu alma abrace la armonía del universo. Es una celebración de la vida, un recordatorio de que cada instante es efímero y precioso. Aquí, el pasado y el futuro se desvanecen, dejando solo el vibrante presente. Es una oportunidad para conectar con la música, con los artistas, con los demás espectadores y, lo más importante, contigo mismo.

Un encuentro casi casual como si estuvieras en el salón de una casa llena de vida, de alegría donde la única regla que hay para crear entre los artistas es que no hay reglas para cantar, bailar y tocar el piano